miércoles, 14 de enero de 2009

Carta Pastoral: Que Cristo crezca.

Queridos hijos en Cristo:
La siguiente Carta Pastoral esta dirigida a todos ustedes, miembros de la Iglesia Católica Tradicionalista en México, pero de forma especial a mis hermanos presbíteros y a los jóvenes seminaristas de nuestro seminario de san Atanasio.
Hace días, en oración, encontré un texto en la Sagrada Escritura, el cual llegó a mi alma como lluvia fresca en un día cálido. El texto es el siguiente:
“Él (Cristo) ha de ir aumentando en importancia, y yo disminuyendo.” Jn 3,30
Después de haberlo leído, lo medite un par de horas ante el Santísimo Sacramento y entonces pude comprender, gracias a la luz del Espíritu Santo, y sentir en lo más profundo de mi alma que ese texto era por la cual debíamos vivir nuestr5o ministerio sacerdotal.
Los que poseemos el sacerdocio (Obispos y presbíteros) estamos llamados a conducir a las personas a un encuentro personal con el Señor Jesús.
¿Por qué en la actualidad hay iglesias con grandes templos pero que están vacios?
Porque han hecho justamente lo contrario a lo que dice el texto:
Han tratado de hacer crecer en importancia a sus “iglesias”, a sus dirigentes o a ellos mismos y han disminuido en importancia a Cristo.
La Iglesia Católica Tradicionalista en México crece día a día en calidad y en calidad porque nuestra razón de ser es que Cristo se cada vez más conocido y más amado; es entonces que la Iglesia Vetero se convierte solamente en un instrumento por el cual Cristo se vuelve Rey y Señor de más y más corazones.
Cuando los Obispos y los sacerdotes predican, sirven y trabajan exclusivamente por Cristo haciéndose totalmente a un lado, tratando de no llamar la atención hacía sí mismos, tratando de ocupar el último lugar en todo, es entonces que nosotros como ministros sagrados y como Veteros crecemos tal y como nuestro Señor nos enseño:
“El que quiera ser el primero que se haga el servidor de los demás”, y “los últimos serán los primeros”; en cambio, “el que así mismo se enaltece (con títulos, honores, poder, dinero, etc.) será humillado”. San Juan Bautista supo entender que era la voz que preparaba el camino para la llegada de Cristo. Él era la voz, pero Cristo era la Palabra del Padre Eterno. La voz es el instrumento por el cual llega la Palabra, pero lo importante no es la voz, lo importante es lo que nos dice la Palabra, que es Cristo. A ejemplo de san Juan Bautista, nosotros los ministros sagrados, solo somos el instrumento por el cual la Palabra Eterna de Dios llega hasta el último rincón del mundo. Jamás crean queridos hijos, que la gente va a nuestra amada Iglesia pensando: “Quiero saber que me va a decir hoy el padre o el obispo”. La gente va a nuestra amada Iglesia pensando: “quiero saber hoy que me va a decir Cristo a través del padre o del Obispo.” Pero sobre todo vana escuchar a Cristo mismo que les habla personalmente cada vez que comen su bendito Cuerpo y su bendita Sangre.
Jamás utilicen la homilía (como hacen otras iglesias) para hablar de sí mismos, ya sea para auto elogiarse o para hablar de sus errores o de su “pequeñez” (lo cual es una falsa humildad, ya que con esto, lo que buscan es seguir hablando de sí mismos, aunque sean cosas malas).
Cuando vean que alguien se convierte de su mal camino siempre recuerden que fue Cristo quien lo convirtió.
Nunca vayan na pensar que una homilía fue buena porque la gente los aplauda, llore o los felicite, una homilía será buena cuando la gente, después de escucharla decida amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo.
Imagínense que el burrito en el que Nuestro Señor Jesús entro a Jerusalén hubiera pensado: “toda esta gente viene a rendirme honores. Todos los aplausos son para mí.” Y pensando esto se hubiera puesto de pie para agradecer los aplausos: ¡¡¡hubiera tumbado a Nuestro Señor Jesús!!!
Cada vez que un predicador busca lucirse, busca honores y aplausos ha “tumbado”, sacado a Nuestro Señor de su predicación. La vida de los sacerdotes (obispos y presbíteros) a de ser como la de una vela: la cual sirve para iluminar, y mientras ilumina se desgasta hasta consumirse.
Nunca vean al ministerio como un negocio, el día que lo hagan, habrán traicionado a Cristo, a la Iglesia Vetero y a su vocación, ya que el ministerio es una Vocación para santificar a la Iglesia, no es una profesión para hacer negocio. Si algún día quisieran hacer negocios con su ministerio busquen otra iglesia, la Iglesia Vetero no es para ello. Pero, los conozco y se que su corazón es puro y consagrado al Señor y no caerán en esas tentaciones.
Recuerden que Cristo es el Sumo y eterno sacerdote, el es:
Nuesdtro modelo sacerdotal.
Nuestro origen y nuestra meta.
Es nuestra recompensa.
Y que la regla de su ministerio sacerdotal sea:
Él (Cristo) ha de ir aumentando en importancia, y yo (cada uno de nosotros) disminuyendo. Jn 3,30
¡¡¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu santo!!!
+ Monseñor victor Hugo García Cortés
Arzobispo Vetero de México.

No hay comentarios: