jueves, 22 de enero de 2009

Articulo de la Iglesia Apostólica de Argentina.

Articulo de nuestra hermana en Cristo, la Comunidad Eclesial
Iglesia Apostólica de Argentina.
EL PROBLEMA DE LAS IGLESIAS INDEPENDIENTES
A nivel mundial, se está generando un importante movimiento de independencia espiritual, conocido como “iglesias nacionales” y Argentina no está exenta de ello.

Actualmente, en el mundo, se da un fenómeno que reviste gran importancia ya que no sólo representa la ruptura con la ligazón cuasi enfermiza y temeraria a la Iglesia Tradicional Occidental y cristiana (esto es, la llamada Iglesia católico romana), bajo cuyo manto se sometieron los imperios Aztecas y otros ya existentes en estas tierras; sino también en épocas no tan remotas, los poderes políticos usurpados por los tiranos militares que bajo y al amparo de la bendición episcopal, podían cometer cualquier clase de atrocidad en nombre de la fe y de la “patria”. Aún lo siguen haciendo y en concordancia con potencias mundiales, manejan a destajo la crueldad, la discriminación, la persecución, la xenofobia y la injusticia.
Como Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, existe algo intrínseco en él que se llama “ansias de libertad”. Cuando éste alcanza a comprender el valor de ese concepto, y se atreve a vivirlo, entonces se producen cambios radicales y substanciales en su vida: desde su pensamiento hasta su forma de amar y vivir la vida, porque encuentra que ella tiene un sentido en cuanto debe y tiene que alcanzar a su autor, o sea, al mismo Dios Padre.
El movimiento latinoamericano de liberación espiritual, no es capricho de unos trasnochados resentidos del imperialismo católico-romano; sino hombres valientes inspirados por el Espíritu Santo de Dios que vienen a cumplir una profecía: en los últimos tiempos se derramará el Espíritu sobre toda carne. Una señal del fin.
Pero nos encontramos con algunos inconvenientes en este “despertar hacia la libertad”: es tan grande el influjo que ha producido el imperialismo durante siglos en las almas de los pueblos (o el inconsciente colectivo) que quienes se van tras aquellos hermosos ideales de dar al pueblo lo que es del pueblo, esto es: un Cristo llano, sin Jerarquías equidistantes y pasibles de corruptibilidad humana, se encuentran desorientados, como que han perdido el rumbo hacia donde se dirigía la nave tranquila y “segura” de su estructura clerical.
Hasta desconfían que ese “apartarse” para vivir a pleno la libertad como hijos de Dios, siendo casados y a su vez sacerdotes u obispos, no haya sido un pecado inspirado por el mismo Satanás; porque “Pedro es la roca”, por tanto, lejos de él, la salvación es imposible.
El movimiento latinoamericano de liberación espiritual, ha tenido la fortaleza de formar iglesias “nacionales” en cada país, pero muchos de ellos se encuentran en las tinieblas ya que al momento de definirse como tal, se encuentran con que no saben si deben celebrar la misa según el misal romano o el ortodoxo o el presbiteriano, etc. Craso error, ya que ello muestra a las claras, que existe una falta de conciencia propia, de identidad, de “personalidad” de la iglesia naciente. Es menester que cada iglesia que nazca, lo haga bajo el espíritu de su pueblo, la idiosincrasia y la naturaleza y necesidad de su existencia.
Se llama a la unidad, pero no se cuenta con elementos propios, distinguibles, no imitados, no copiados o añorados de otros “reinos”. La unidad que se pretende aparece como una reminiscencia del imperialismo político-religioso abyecto: si no se crean “reyes” no puede haber iglesia. Y ese es el problema: se sigue imitando por temor a que la decisión no haya sido la correcta o la que Dios aprueba, en conciencia, claro.
Falta mucho por recorrer. Pero lo más importante es que ya se ha iniciado el caminar hacia la liberación: se fallaría fatalmente, si los que la iniciaron quieren seguir usando el ropaje viejo, porque entonces el pueblo confundirá los roles y no se podrá mostrar al inspirador de la liberación total: a Dios Padre, que por Cristo trajo al mundo la luz y por su Espíritu nos da el coraje para llamarlo ABBA, Padre.

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